Caminos



Las comarcas de Veruela, el Moncayo y Campo de Borja poseen una tupida red de caminos como corresponde a un espacio geográfico marcado por la sierra Ibérica y la cumbre del Moncayo. Con independencia de su valor en sí mismos, estos caminos tienen el devenir milenario del cumplimiento de las actividades del Monasterio con sus pueblos.

Se las ha denominado Caminos del Alma. Poseen y contagian armonía y equilibrio y, sin duda, su transitar influyó en la cimentación de una nueva estructura social desde sus mismos orígenes. Tradicionalmente trascurren en un territorio al que le gusta la paciencia que huye de las prisas y que inspira una forma de trabajar y de vivir singular. El Moncayo se nos presenta diferente por la luz que le ilumina, por el viento que lo peina, por su vestido de nieve que tiene mil formas y por los adornos en forma de nubes con que caprichosamente viste su pico y sus laderas.

El recorrer de estas rutas, gracias a la orografía, nos permite ver el monasterio desde todas las alturas y distancias y disfrutar del juego encantado de una imagen siempre buscada por la retina entre la obra de la naturaleza y la del hombre, en un movimiento cambiante y eterno. Sus trayectos nos permiten “ver” los municipios desde la “otra” cara, anterior a los recorridos de carreteras, que nacieron asfaltadas y obligaron a cambiar las fachadas urbanísticas de los pueblos. Nos ofrecen la vista de las construcciones más humildes desde el punto de vista a económico o social como son las cuadras, graneros o lavaderos, inmutables al levantarse sobre terrenos desvalorizados por la modernidad.

Su prodigiosa memoria, los recuerdos de los quehaceres del día a día y los sentimientos vividos sumergidos en este mundo del Monasterio de Veruela junto al Moncayo nos han permitido descifrar el código que sólo quienes han crecido en los caminos pueden conocer con plenitud.

Fuente: DPZ

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